No es cuestión de magia, sino de confianza y cercanía
Por Helena López-Casares Pertusa
Una de las cuestiones más comunes a analizar en un proceso de coaching ejecutivo es la mejora de la comunicación entre los directivos y los empleados. ¿Cómo podemos hacer para liberar las tensiones y 'desatar' la comunicación?
Hace algún tiempo, en una reunión de profesionales de personas relacionadas con el mundo del coaching, alguien lanzó la siguiente pregunta al aire: ¿Qué habría que hacer para mejorar la comunicación en las empresas?.
Ante la cuestión, que no iba dirigida a nadie en particular, dos palabras emergieron al plano consciente de mis pensamientos. Confianza y cercanía, me sorprendí diciendo.
Ambas afirmaciones, lejos de ser una improvisación para dar respuesta a la pregunta, salieron con tanta rotundidad de mí, que me paré a pensar antes de dar la explicación que todos estaban esperando. Así que, para dar una visión nueva, me fui de viaje al plano del marketing.
Ante igualdad de oportunidades,
La palabra cliente inunda el mundo empresarial. Todas las empresas dicen estar orientadas a él, dirigir sus esfuerzos a él, ofrecerle lo que realmente demanda y satisface sus necesidades, etc. Pero, ¿qué pasa cuándo todos ofrecemos lo mismo?
Pongamos un ejemplo: Una compañía decide abordar un proyecto de software que consistente en la implantación de un sistema de gestión que controle el área financiera, de producción, de ventas, de calidad y demás parcelas críticas de su negocio.
Comenzará, por tanto, una selección de empresas proveedoras de software de gestión empresarial e irá descartando en primera instancia en función de una serie de parámetros como funcionalidad del producto, precio o adaptación a su sector.
Pero llegará un momento en el que tendrá que elegir entre dos ó tres empresas, entre las mejores. ¿Cuál será, por tanto, el factor de decisión en igualad de condiciones? La confianza.
¿Y por qué? Sencillamente porque el responsable último de esa elección querrá tener la seguridad de que la empresa que elija le solucionará las incidencias que puedan surgir en un plazo de tiempo más razonable.
Es decir, ante una situación de igualdad entre proveedores, una compañía se decantará por el más fiable.
Por muy barato y funcional que pueda ser un producto nadie hará un negocio de envergadura y grandes dimensiones con un proveedor de dudosa reputación, que le pueda dejar en la estacada. Dicho en otras palabras, sin confianza no hay vida porque la relación se muere.
¿Y qué hay de la cercanía?
Este concepto tiene que ver con la empatía, con la corriente de sintonía que transporta ondas melódicas, que relajan el ambiente y propician una comunicación más real.
Sin embargo, esa cercanía mal entendida provoca situaciones anómalas que despistan al empleado. Cercanía no significa ni proximidad física, ni intromisión en la vida personal de otros, ni preguntas insolentes, ni contar todo, ni decir lo confidencial, ni hacerse el simpático.
La cercanía es hablar el mismo idioma que el otro, es tumbar las barreras de inaccesibilidad propias de las posiciones de poder, es entender al otro y compartir su código, es no hacérselo pasar mal en una conversación.
¿Ambiente tenso? No, gracias
Cuentan que durante la celebración de la cena de navidad de una empresa un empleado tuvo que cenar al lado de su jefe. Éste era una persona seria con la que el empleado despachaba una vez a la semana para recibir instrucciones de trabajo y valoraciones sobre lo realizado, fundamentalmente.
Durante el transcurso de la cena y tras los comentarios fríos de rigor, aquel jefe fue proyectando su lado humano, dejándose llevar por el ambiente distendido que le rodeaba. Se sentía cómodo, confortado, confiado y empezó a ver a sus subordinados y colegas como lo que eran: personas.
Personas con nombres y apellidos, con familias, con amigos, con ilusiones, con experiencias, exactamente igual que él.
Esa semana, en su despacho habitual hubo un cambio de tono. ¡Aquel jefe le estaba pidiendo opinión a su empleado! Le interesaba conocer su punto de vista sobre un proyecto que estaban a punto de abordar.
Había bastado un cambio de contexto físico para que el jefe apreciara las cualidades de los que le rodeaban, dejara de sospechar continuamente y adoptara posturas más aperturistas. Había logrado la conexión con el entorno al salir de la rutina habitual.
Anteriormente ese jefe, en reiteradas ocasiones, se había preguntado cuál era el secreto del éxito de otros directores que colaboraban con sus empleados sin que hubiera problemas de jerarquía ni tensiones.
Será cuestión de suerte, pensaba. Lo normal es que el jefe esté en su sitio y el empleado en el suyo.
Esa noche abrió los ojos a algo que tenía delante. La clave para conseguir mejorar las relaciones estaba en él. Había confiado en los demás y se había mostrado cercano, amable.
No dejemos que las barreras con las que hemos delimitado nuestro espacio nos separen de la confianza y de la cercanía necesaria para crear escenarios favorables a la comunicación. Apostemos por las personas, son la magia del motor de la evolución.
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
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